lunes, 30 de junio de 2008

30 de junio de 2008

El desguace para barcos que vimos desde un barco de vela Donald R. y yo parece que no es lo que pensaba. Estoy triste y decepcionado. He caminado entre hierros oxidados. Había trozos de barcos, coches prensados convertidos en cubos de avecrem, tubos, vigas, chapas, ruedas, plástico, y lo más parecido a una lancha que he visto era un cáscara agujereada de barca, que iría a pique en una bañera.
Al menos he encontrado comida. En la garita de los chatarreros había una nevera con salami, jamón, queso y ocho yogures. Me lo he comido todo. También había doce cervezas, y me he bebido dos.
Había una pequeña televisión. La he encendido para ver si decían algo sobre mí pero estaban poniendo una serie en la que una monja que vive en un convento tiene una relación de amor con otra monja de otro convento por internet. La serie se llama "Cuaresma digital" y verla me ha recordado los tiempos que en que yo era un político decente y un actor a tiempo parcial que tenía una familia y una casa y el gobierno de una isla en la que ahora soy un fugitivo. Así que lo único que he conseguido poniendo la tele es entristecerme y empezar a pensar en Rigo todo el tiempo. ¿Lo habrán encerrado en una perrera? Allí morirá porque no le dejarán leer tranquilo los ladridos histéricos de sus compañeros.
Ahora que veo que no podré escapar en barca tengo dos opciones:
1) Entregarme.
2) No sé qué hacer si no me entrego.
Lo pensaré. Entre las montañas de chatarra he encontrado una especie de gruta acogedora que se ha originado en un montón de sillones de coche. Allí no me verán y podré tumbarme cómodamente, y también estar sentado. Tal y como tengo los pies ahora mismo, no puedo hacer otra cosa. Dentro de la gruta no llega la luz, así que voy a dejarlo aquí por ahora. Pero si me entrego o se me ocurre cualquier cosa, enseguida lo escribiré aquí para que no se me olvide.
Un abrazo.