martes, 24 de junio de 2008

24 de julio de 2008

Me han disparado tres veces y una de ellas me ha rozado. Creo que nunca me habían disparado de verdad. En Terminator las balas me rebotan, pero la que me ha rozado ha dolido mucho. Como la mordedura de un perro o como si un pescador hubiera lanzado el anzuelo sobre mi hombro. He saltado el muro de la finca y me he destrozado los pies al caer al otro lado. He corrido hasta dejarme los tobillos, he mirado atrás y nadie me seguía. Estaba en medio de la calle para turistas de Golu, la capital de mi isla. Algunos miraban la sangre delatando en mi hombro que algo pasaba. Me he alejado de allí, algunos han intentado pararme y los he empujado, pero ya no podía correr. Ahora estoy en la entrada de la selva, fuera de Golu. Ellos van a suponer que me he escondido aquí y van a venir a buscarme con perros. La sangre los despertará y volverá locos y me van a encontrar.
He encontrado un coco pero no he podido abrirlo. Quizás no sea más que una piedra. He tenido que comer una de las tres chocolatinas de muesli que me llevé para el viaje. La herida del hombro no tiene pinta de cerrarse. He roto mi camiseta y la he vendado, pero no soy capaz de hacer un nudo que aguante. He sido idiota trayendo este cuaderno y este bolígrafo y dejándome algo tan básico como el esparadrapo.
Voy a dormirme, y cuando despierte, quizás sepa ya de qué va a servirme escapar en estas condiciones. Quizás mañana vuelva a casa, porque Rigo debe estar solo y desorientado. Es posible que los guardias le hagan algo malo para vengarse de mí. No se han llevado bien en todo el tiempo que estuvieron en casa.
Un abrazo.