miércoles, 25 de junio de 2008

25 de junio de 2008

La selva donde me escondo es demasiado húmeda, tengo la ropa empapada de sudor y de sangre, me duele la cabeza. He comido todo el muesli en un ataque de nerviosismo. De vez en cuando oigo pasos: la selva está llena de sonidos que imitan a la realidad. Son los animales, las plantas y la misma tierra: imitan susurros de gente, pasos, arrastre de muebles, estornudos, sirenas de bomberos y el remolino de la cisterna de váter. Aquí puede escucharse cualquier cosa hasta volverse loco.
Durante un rato he intentado partir el coco de ayer pero ha sido imposible. Lo he estrellado contra una piedra y contra un tronco, he intentado clavarle un guijarro. Lo muevo y dentro suena agua y comida.
Como tengo tanto tiempo he intentado averiguar por qué está pasando todo esto y qué tiene que ver la desaparición de mi mujer y mis hijos y las magulladuras de Rigo. Cada vez que pienso en Rigo tengo que parar de pensar y quitármelo de la cabeza para poder seguir pensando. Estará preguntándose dónde está su dueño, seguramente asustado pese a tener un aspecto fiero. Y seguramente eche de menos nuevas lecturas también.
He recordado un momento de hace mes y medio o algo así. Llego a casa y mi mujer sale corriendo a recibirme. Me besa muy apasionadamente, me lleva hasta la puerta, y apoyados allí nos entretenemos un poco. Creo oír algo raro pero ella me pone las manos en las orejas. Cuando terminamos, estoy en mi despacho. Encuentro que hay algo fuera de lugar, algo que no se corresponde con mi orden, pero no sé lo que es. Después mi mujer me rehúye constantemente, y cuando me voy a dormir ella todavía mira la tele...
Y entonces ha llegado la noche, y tengo que escribir estas notas a oscuras, y los sonidos de la selva vuelven a envolverme: cascabeleo de serpientes, ulular de búhos y campanas, chapoteo de niños jugando en una piscina y algo parecido a una radio que no encuentra su emisora.
Mañana tendría que abandonar la selva. Tomar alguna decisión, como entregarme o pensar en salir de la isla. Ahora que la herida ha cerrado, es mucho más aburrido esperar aquí a que las razones vengan a mi cabeza.