miércoles, 9 de julio de 2008

9 de julio de 2008

Hoy me he levantado a las 8. He desayunado muy deprisa porque no me acordaba de que tenía una reunión con Bill Gates, que quiere poner una planta en mi Isla-Estado. La reunión ha sido muy agradable aunque al final no he querido que ponga la planta. Me ha dicho que de todas formas, me iba a regalar un prototipo de ordenador portátil de última generación con un nuevo sistema operativo llamado Windows 98. Le he dicho que ya tengo un Mac, que no me hacía falta, nos hemos dado un apretón de manos y se ha ido con sus asesores. Es muy simpático.
La reunión me ha dejado poco tiempo para firmar actas y resoluciones, que he tenido que aprobar sin leer para llegar a la hora de comer.
Hoy: Guisantes con jamón y huevos fritos (treinta). De postre una manzana.
He visto la película: Medio Fumao (mala aunque graciosa). Tengo la sensación de que ya la había visto, aunque eso es imposible, puesto que acaba de llegar por primera vez a mi isla.
He merendado, he hecho pesas y abdominales, y la cama.
Antes he escrito este diario. Es una buena forma de recordar las cosas que pasan.
Un abrazo.

martes, 8 de julio de 2008

8 de julio de 2008

Hoy me he levantado a las 8. He hecho trabajos de gobierno, he firmado dos proyectos de ley, he visto en video una película llamada "Giro al infierno" (regular) y he comido: maíz, batata, carne de cerdo. De postre helado de fresa. Luego he merendado, un rato de gimnasio, y a dormir. Antes de ir a la cama he escrito esto. Anoche dormí mal, me ha dicho mi mujer que estuve enfermo, que tuve pesadillas y fiebre, pero esta mañana estaba bien ya. Mi mujer y mis hijos han estado por la casa todo el día. Rigo, mi perro, no se apartaba de mis pies. Ahora voy a dormir otra vez. Un abrazo.

sábado, 5 de julio de 2008

4 de julio de 2008, Día de la Independencia

Hola.
Hoy he pensado que de alguna manera las cosas están saliendo muy bien. Echo de menos a mi mujer sobre todo a la hora de ir a dormir. A mis hijos les tengo cariño. Me gusta jugar con Rigo y lanzar un libro de Faulkner para que corra tras él y echo de menos esas cosas de él. Lo que me preocupa es que él me eche de menos a mí por cosas más vitales, como comer o beber agua.
He comido grasa de ballena y una inmensa aleta, algo correosa, que sabía a vinagre. Me doy cuenta de que el agua que me dan de beber tiene algo raro, un toque salado: puede que sea agua del mar tratada de alguna forma.
He intentado pedir a los marineros una televisión o una radio pero no he visto a nadie, ni siquiera al grumete que se deja ver de tanto en tanto.
La dirección del barco sigue siendo Oeste. El estado de la mar es de calma absoluta, pero el barco se mueve endiabladamente. Debe estar medio roto.
Pensar que hoy es el día de la independencia en mi país y que yo tengo que estar en este barco, tan solo, no me entristece tanto como pensaba. Veo que los problemas parecen terribles cuando no han llegado y los esperamos, pero después son mucho menos dolorosos.
Un abrazo.

jueves, 3 de julio de 2008

3 de julio de 2008

Me siguen tratando como a un dios. Hoy he comido más carne de ballena, preparada esta vez al limón. Realmente sabía a limón intensamente, como si la hubieran frito en su jugo. Después de tres platos, estaba realmente lleno.
He intentado preguntar a un grumete a dónde nos dirigimos (la orientación del barco es Oeste según el sol cuando atardece) porque creo que la isla de la Chatarra está en un atolón al sur de mi isla. He hecho tres acercamientos al grumete (el único ser vivo que he visto en cubierta durante estos dos días). El primero fue ayer: lo vi manejando una grúa e intando mover chatarra bajo la trampilla de la bodega del barco. Cuando me vio soltó los mandos y la grua soltó en el mar su carga. Los peces harán una casa cuando esos pedazos de coches lleguen al fondo. La segunda vez ha sido esta mañana, cuando vino a traerme la carne de ballena. Intenté agarrarlo por los brazos pero estaban tan resbaladizos por la grasa que se zafó y salió corriendo.
La tercera, hace un rato: estaba espiándome desde la cubierta superior, subí las escaleras corriendo y cuando llegué arriba ya había desaparecido. Quedaba su plato, con pedazos de grasa de ballena, que me comí al instante. Supongo que su tarea es alimentarme y vigilarme.
Así que vuelve a hacerse de noche, vuelvo a dormir al raso, y cada vez sé menos acerca de mi propia vida, que podríamos decir que está a la deriva.
Amigos, es una suerte que sigáis leyéndome. Un abrazo.

2 de julio de 2008

Me tratan como a un dios. He comido por primera vez carne de ballena. Es dulce como el chocolate con leche, y un plato pequeño llena como uno grande. Los chatarreros de mi barco la preparan por lo que parece cocida en su propia grasa.
Un abrazo.

martes, 1 de julio de 2008

1 de julio de 2008

Ha cambiado el mes y todo ha cambiado bastante más de lo que os imagináis a estas alturas. Os explicaré cómo he salido de la isla en un barco rumbo a Huokla, la isla vertedero donde va a parar toda la basura de Micronesia.
Yo estaba sentado apaciblemente en una butaca de autobús que conseguí incorporar al fondo de la suave y blanda cueva de sillones que encontré. Realmente cabeceaba en la oscuridad y me dormía intentando pensar soluciones alternativas a entregarme, porque la penumbra siempre me ha dado mucho sueño, y además llevaba días durmiendo al raso encima del suelo. El confort de estos asientos iba sendándome y de pronto me pareció que algo suave y blando me estaba abrazando. Estaba soñando en el duermevela con Rigo. Se me abalanzaba y me abrazaba, casi sentía el contacto de su pelaje corto como de tapicería, y de alguna forma llegó a mis narices el olor a perro mojado. Pero entonces recordé dónde estaba y abrí los ojos y no pude ver nada ni moverme. En un primer momento pensé que estaba condenado: la cueva de sillones se había cerrado sobre mí, y estaba totalmente atrapado. La gomaespuma se había convertido en un cepo imposible de mover, en el que sentía una presión de toneladas sobre mí pero no llegaba a aplastarme. A duras penas podía respirar, y al intentar gritar llegó a mis oídos un murmullo apagado abriéndose paso desde las profundidades de un cojín.
Entonces me di cuenta de que podía respirar: seguramente se había formado una cánula que me mantendría con vida hasta que muriera de hambre o un nuevo desprendimiento me aplastase definitivamente. Pese a ello, me tranquilicé y empecé a buscar de nuevo soluciones. Moverme: imposible. Ni siquiera en los tiempos de Conan hubiera podido mover esa masa de blandura que me atrapaba. Gritar: inútil, porque el sonido no llegaba más allá del segundo asiento, empantanado. ¿Qué podía hacer? Esperar a que pasase algo nuevo. ¿Y podéis creerlo? Claro que sí, no estaría escribiendo esto de no ser por aquel nuevo ataque de suerte.
Primero pensé que algo me estaba desmembrando porque me rodeé de movimiento, fui apresado por corrientes subterráneas de sillones que se movían. Después me di cuenta de que la montaña que me había sepultado se venía abajo. El sillón que tenía delante de mi cara se despeñó y vi el mar, intenté moverme pero era imposible, una bola de asientos conmigo dentro se balanceaba por el aire sobre un barco carguero. ¡Claro!, me dije, una grúa me ha atrapado. Empecé a gritar ahora que podía y los marineros me vieron.
Bajaron con cuidado la bola de asientos a cubierta y arrancaron con sus propias manos los que me impedían moverme. Cuando me vieron liberado, en lugar de llamar a la policía, como yo pensaba que harían, corrieron aterrados por la cubierta. Debieron pensar que soy un Terminator, o una especie de dios micronesio de las butacas.
El caso es que el barco navega rumbo a la isla de la chatarra, estoy libre pero esto no es una gran noticia, y continuamente me dejan en cubierta toneladas de pescado frito con arroz y monedas de plata y salen corriendo donde no pueda verlos. Y si intento moverme, disparan a mis pies con unas escopetas de perdigones.
Quién lo hubiera dicho hace un mes...
Un abrazo.