jueves, 3 de julio de 2008

3 de julio de 2008

Me siguen tratando como a un dios. Hoy he comido más carne de ballena, preparada esta vez al limón. Realmente sabía a limón intensamente, como si la hubieran frito en su jugo. Después de tres platos, estaba realmente lleno.
He intentado preguntar a un grumete a dónde nos dirigimos (la orientación del barco es Oeste según el sol cuando atardece) porque creo que la isla de la Chatarra está en un atolón al sur de mi isla. He hecho tres acercamientos al grumete (el único ser vivo que he visto en cubierta durante estos dos días). El primero fue ayer: lo vi manejando una grúa e intando mover chatarra bajo la trampilla de la bodega del barco. Cuando me vio soltó los mandos y la grua soltó en el mar su carga. Los peces harán una casa cuando esos pedazos de coches lleguen al fondo. La segunda vez ha sido esta mañana, cuando vino a traerme la carne de ballena. Intenté agarrarlo por los brazos pero estaban tan resbaladizos por la grasa que se zafó y salió corriendo.
La tercera, hace un rato: estaba espiándome desde la cubierta superior, subí las escaleras corriendo y cuando llegué arriba ya había desaparecido. Quedaba su plato, con pedazos de grasa de ballena, que me comí al instante. Supongo que su tarea es alimentarme y vigilarme.
Así que vuelve a hacerse de noche, vuelvo a dormir al raso, y cada vez sé menos acerca de mi propia vida, que podríamos decir que está a la deriva.
Amigos, es una suerte que sigáis leyéndome. Un abrazo.